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¡Cleptocracia!

Por: Eduardo Valencia colaborador/ http://zacatecastrespuntocero.com

¡Cleptocracia! Miguel Alonso ZacatecasDicen que cuando el río suena, es que agua lleva y, bueno, tocante a la corrupción, puede haber muchos dichos, pero, la verdad, es que hay más hechos. Sin duda, algo que ha distinguido al desgobierno de Zacatecas, es el señalamiento de ¡corrupto!

¡Ya está etiquetado! ¡Señalado! ¡Sentenciado! Y, pues, vox populi, vox dei. Espero que la historia y el próximo gobernador pongan a cada cual en su lugar. Que la pague quien la debe porque ya estuvo bien que quien la paga siempre es el pueblo.

No es posible que se diga y se diga y no se haga nada. Ya basta que de la mano de la política, mejor dicho, de los políticos y funcionarios, la corrupción vaya de la mano, sin que se tomen reales cartas en el asunto. Ya no puede seguir siendo un común denominador.

Claro, nunca falta un tarado que sale con el argumento de: ¡Pruebas! ¡Ah, chido! Sólo baste recordar la anécdota del diputado federal, Luis Cabrera, que fue Secretario de Hacienda en el gobierno de Venustiano Carranza, con fama de honesto, de fina ironía y causticidad, cuando subió a Tribuna y acusó a otro Legislador Federal de ratero.

El Diputado Federal señalado pidió la palabra por alusiones personales y retadoramente le contestó a Luis Cabrera: “Pruebas… Pruebas”.

Don Luis subió nuevamente a Tribuna y le contestó: ¡Diputado, lo estoy acusando de ladrón, no de pendejo! Aunque, la neta, en el desgobierno se dan casos de ambos casos.

La definición es clara: La corrupción política se refiere al mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima. ¿Quién levantó la mano?

Sayed y Bruce definen la corrupción como “el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado”.

También se define como: “el conjunto de actitudes y actividades mediante las cuales una persona transgrede compromisos adquiridos consigo mismo, utilizando los privilegios otorgados, esos acuerdos tomados, con el objetivo de obtener un beneficio ajeno al bien común”.

Por lo general se apunta a los gobernantes o los funcionarios elegidos o nombrados, que se dedican a aprovechar los recursos del Estado para, de una u otra forma, enriquecerse o beneficiar a parientes o amigos. ¿Onde he escuchado algo así?

Dicen los que saben que las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada, el patrocinio, y también los sobornos, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad, y el despotismo. De seguro ya le puso nombre y rostro a cada una, ¿no?

Por otro lado, resultan útiles las aseveraciones de Theobald, quien, además de definir la corrupción como: “el uso ilegal del oficio público para el beneficio personal”, intuye que los lazos familiares o de amistad aún perduran con más presencia conforme se desciende en la pirámide burocrática. ¡Mmta!

De ahí que insista en que debe ser por ley que se hagan exámenes sicológicos a candidatos, representantes populares y funcionarios, ya que las causas pueden ser endógenas (internas) o exógenas (externas).

Con manzanitas, ya ven que muchos en el desgobierno no se distinguen, precisamente, por su preparación: endógenas (las que tienen que ver con el individuo) y podemos enlistar algunas:

Carencia de una conciencia social; falta de educación o de una cultura del compromiso; paradigmas distorsionados y negativos; personalidades antisociales y megalomanía; percepción sesgada del grado de corrupción presente, así como infravaloración de la posibilidad de ser descubierto.

Y como elementos exógenos de la corrupción (los que dependen de la sociedad), destacan:

Impunidad efectiva en los actos de corrupción; corporativismo partidista; modelos sociales que transmiten una falta de valores, realizando una carencia de estos; excesivo poder discrecional del funcionario público.

Además, concentración de poderes y de decisión en ciertas actividades del gobierno; discrecionalidad y escasez de decisiones colegiadas.

Hay una muuuy bonita: Control económico o legal sobre los medios de comunicación, que impiden se expongan a la luz pública los casos de corrupción.

Así las cosas, falta de transparencia en la información concerniente a la utilización de los fondos públicos y de los procesos de decisión. Poca eficiencia de la administración pública.

¡Aita! Y se plasma a modo de recetario para que cada cual lo adapte a su respectiva realidad porque, ya saben, no faltaría el tarolas que pediría ¡pruebas! Asté una los puntos y verá un rostro, ¡rooostro! Cuénteselo a quien más confianza le tenga; consuma frutas y verduras.

Ah, para precisar: Una situación de corrupción política sin restricciones se conoce como cleptocracia, término que significa literalmente: “gobierno por ladrones”.

 

Manchas, Manchitas y ¡Manchados!

 

-Ojalá en Zacatecas hubiese una especie de Contralor o Secretario de la Función Pública, que ya estuviera investigando la procedencia de lujosas edificaciones, en las que, casualmente, el “dueño” es “amigo” de algún funcionario de primer nivel.

En mi pueblo les llaman prestanombres, pero, pues, quien se ha manejado con prestanombres, no puede investigar a sus congéneres. ¿Verdad?

-Y que ya le están metiendo mano, bueno, una garra de tigre, a un rancho, ubicado en Genaro Codina, rumbo a ciudad Cuauhtémoc. Ya sabrán: lago artificial y todo el lujo que le gusta al ranchero número uno de la entidad, por aquello de su vicio de comprar ranchos. ¿Quién será el ahora llamado señor de los ranchos?

-Ya se supo a qué vienen Felipín VI y la modelo Letizia: Resulta que les llamó la atención que la Monarquía Alonso se ha enriquecido en tan sólo cinco años y como en España están jodidos, pues vienen a que Miguelito I les dé la clave para hacer lo que los Borbones no han logrado en siglos. ¡Chido, pero chale!

-Tan ha perdido piso, callo, sello el PRI, que ya ni siquiera se acuerdan cómo “destapar”. Fidel Velázquez, considerado el gran destapador en México, le apagaría el puro en un ojo a los neo-priistas por supinos, inútiles, ligeros, tarados, pues. En el PRI de antaño, el “destape” era cosa seria, pero, ahora, es cosa de risa loca. ¡Ternuriiitas!

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