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¡Cosío es una bomba de tiempo y está al borde de la catástrofe!

  • Las casas se están cayendo por una grieta y todavía se está construyendo un gasoducto
  • Ni el Gobierno del Estado ni la Presidencia Municipal los escuchan en sus llamados de auxilio

 Cortesía: La Contra Portada

Es Cosio un pueblo desatendido y a disposicion de una catastrofeAGUASCALIENTES, AGS.- Oídos sordos por parte de las autoridades han encontrado los habitantes del municipio de Cosío, ante la permanente amenaza que padecen varias familias, donde sus viviendas han sido totalmente anegadas por hundimientos de tierra, y que ahora les agregan a su peligroso estilo de vida, la construcción de un gasoducto que va desde Aguascalientes hasta el municipio de Calera, Zacatecas, presuntamente para surtir de combustible a una empresa cervecera.

La Contra [Portada] conoció directamente el sentir de los habitantes de esa localidad y recorrió cerca de una decena de viviendas, donde han caído techos y muros, por una grieta que pasa por el centro de la cabecera municipal y llega hasta la carretera Panamericana, donde precisamente se trabaja en la instalación de tubería para el gas natural.

Cabe señala, que entre las poblaciones de Cosío y La Punta se han definido los terrenos, donde el Gobierno del Estado pretende desarrollar el proyecto denominado Agrósfera, según refieren los mismos habitantes del lugar.

Pero para la población, en este momento ninguna noticia es buena, al considerar que sus vidas corren mayor peligro al contar con la tubería de gas natural pasando por la grieta.

Residentes de las viviendas colapsadas mostraron su frustración debido a su precaria situación económica que les impide reubicarse.

Más aún, lamentan la ausencia de las autoridades de Protección Civil para que esté supervisando cómo está creciendo el hundimiento de tierra y se sigue deteriorando el cimientos de sus casas.

“Yo me doy cuenta cuando hay fuertes temblores en la ciudad de México, porque aquí también se mueve mi casa”, dijo Francisca de la Cruz Hidalgo, quien habita la vivienda número 18 de la calle Miguel Hidalgo.

Su vecino, Adolfo Ávila Macías, señaló que a su edad, sólo le resta ver con nostalgia cómo su casa se sigue cayendo.

Hace poco, se derrumbó la recámara y a la entrada la dejaron mejor sin techo para que no los lastimara al ir desmoronándose.

Alicia Galván Torres y Juana Nava García, la primera con domicilio en la calle Francisco I. Madero y la segunda en Álvaro Obregón número 202 de la zona centro, mostraron cómo se quedaron sin una parte de sus casas a consecuencia de las grietas.

Además, coincidieron que por más que se rellenan de tierra los agrietamientos en el suelo, éstos no tienen fin.

Ahora con el pretendido gasoducto, “esto será una bomba de tiempo”, consideró Avelina Galván.

“A nosotros nos afecta como ciudadanos porque hay muchas grietas aquí. El suelo constantemente se está abriendo y las grietas se están haciendo más fuertes”.

Señaló que los habitantes de Cosío no son tontos y lamentan que no haya autoridad del Gobierno que los pueda escuchar ni los entienda en sus problemas, por el contrario, hoy los tienen temiendo por sus vidas.

“Esto no es cuestión de partidos, es de humanidad. De gente, porque al momento de llegar a explotar no van a decir: tú eres del PAN, del PRI o del PRD, y por eso a ti te voy a salvar…no. Esto nos va a agarrar parejitos a todos: católicos, evangélicos, testigos de Jehová. Esto no va a respetar a nadie”.

Dijo que Cosío es hoy un pueblo asustado, al que ninguna autoridad le explica los riesgos de la obra y lo más grave, ni el Gobierno del Estado ni la Presidencia Municipal intervienen en la ayuda de quienes están viviendo en casas que no soportan los movimientos de una peligrosa grieta.

“El Presidente Municipal nos dice: ocupen ustedes gente que venga a explicarles la situación… yo digo, ¿de dónde vamos a pagar un ingeniero o un especialista?, si hasta para comer batallamos”.

Habitantes de Cosío refieren que se mantendrán en pie de lucha, una lucha que sólo es a favor de sus vidas y por el futuro de sus hijos. Lo que menos quieren, coinciden, es resignarse a morir por una catástrofe.

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